LUZ CAPPA STYLE
Fotos: CANVA
Tenía ganas de hacer una reflexión sobre un tema que, según me cuentan hosteleros que conozco, va “in crescendo” y sin visos de mejorarse.
¿Qué le pasa a la gente amargada que va a un restaurante? ¿Por qué hay cada vez más faltas de respeto hacia el personal de sala, sobre el que recae cada incidencia que al cliente le parezca mal, ya sea de cocina, porque un plato llegue frío, o tarde más de lo esperado, o que no esté al gusto del comensal?
¿Por qué tienen que hablarle mal y humillar al camarer@ si una cerveza no tiene el sabor adecuado, o si el postre tarda más de la cuenta?

Los clientes no siempre llevan la razón. Y cuando hay algún problema, las formas y la educación son esenciales.
Pero ¿qué está pasando? ¿Dónde queda nuestra empatía, nuestra educación? ¿Por qué hay gente tan patética que aprovecha que sale a comer o cenar y, a la mínima, le monta un escándalo al que menos culpa tiene de la cadena hostelera?: El personal de sala, l@s sufrid@s camarer@s, a los que este tipo de cliente no tiene ningún reparo ni miramiento en humillar, faltar el respeto, gritar o amonestar, amenazando con pedir el libro de reclamación.
Pues no. Los clientes NO siempre llevamos la razón. Y aquí las formas sí son importantes, esenciales, indispensables…
¿Qué es eso de que te quieres ir sin pagar porque están tardando más de lo que esperas?
¿Pero es que no estás viendo que el local está hasta la bandera? ¿No te das cuenta de que es un día de fiesta, que todos hemos llegado a la vez y que, aunque los profesionales ya han contado con una previsión, siempre puede haber algún fallo, o algún inconveniente que retrase el complejo proceso de atender a muchísimos comensales a la vez y que todo salga perfecto?
¡Tengamos un poquito de empatía por Dios! ¿No se dan cuenta de que esas personas están trabajando con una presión importante, que ellos no tienen la culpa de lo que pasa en cocina y que intentan mostrar su mejor cara a pesar de estar trabajando en días de fiesta? Que mientras nosotros estamos disfrutando y relajados, ellos tienen que estar en tensión para que no se les escape un detalle, en muchas ocasiones a cambio de salarios que apenas les permiten llegar a fin de mes.
Es que me han llamado poderosamente la atención varios casos que han llegado a mis oídos estos días de Navidad, y me ha dado tanta pena oír cómo personas que en condiciones normales son gente de bien, no han tenido ningún reparo en hablarle mal, faltarle el respeto y humillar con palabras feas a camarer@s que lo único que quieren es hacer bien su trabajo y que los clientes se vayan con una sonrisa en la cara y un buen sabor de boca del restaurante…
Por favor, estemos menos amargados y vayamos a los sitios a disfrutar con alegría, con empatía, dispuestos a disfrutar.
Y si hay algún problema, que todos somos humanos y se puede dar un fallo, digamos las cosas con educación, respeto y cariño.

Cada vez son más numerosas las ocasiones en las que el cliente paga su frustración con el camarero o camarera cuando va a un restaurante.
Respetemos a l@s camarer@s, que tantos buenos momentos nos dan cada vez que vamos a un negocio hostelero.
¿Y tú, profesional de la hostelería, has tenido alguna mala experiencia estos días? Cuéntame qué te ha pasado… te leo con sumo interés y te mando todo mi cariño y respeto 🙏🌻